domingo, 4 de junio de 2017

#Momentos #Historias


Me fui de viaje por una horas. Salí de mi casa con el GPS -el emocional y el del celular- prendido y con la misma actitud que cualquier chico cuando le prometes llevarlo a la plaza; con esa misma sonrisa y el mismo brillo en los ojos... 
Nos subimos a un tren que no nos llevaba a ningún lugar más que a nuestra propia historia entrelazada de momentos juntas, y algunos recuerdos. 
Me animaría a decir que de todos los recorridos que alguna vez hice este fue el mejor... Hasta entonces nunca había tenido la posibilidad de atravesar sueños, de hablar sin miedo, de viajar con una princesa sin que todo esto fuera un cuento, de mostrarme vulnerable y no necesariamente esperar que por eso se engendre el dolor. Hace mucho no me reía con tantas ganas, y probablemente hace muchísimo más que no sentía tanta dulzura en mi propia mirada -en la vida no solemos detenernos a mirar a muchas personas de esa manera.- Quizás por miedo, o por vergüenza, no solemos hacerlo; y escapamos casi sin remedio de la situación con un par de pestañeos que nos rompan el sueño, que nos devuelvan a la realidad de forma inmediata. Hoy en cambio, como -casi- nunca, fui valiente, aunque ella no se dio cuenta, y yo en el momento tampoco. Sin embargo, por causalidades de la vida conservé durante horas la misma sensación de placer y alegría intensa con la que retorné a mi casa después de esa jornada. 
Debería darle las gracias unas cuantas veces más, no conozco demasiada gente que vaya por la vida fomentando la felicidad y la luz en su sonrisa... y de paso admitir que también está bueno que no me pase nunca, eso hace ni más ni menos que a nuestro viaje totalmente único.

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