El día del amigo es un día más que te llevo conmigo, como me pasa con los 364 días restantes del año; en los que también te pienso, te extraño, que alguna canción me arroja alguna anécdota y que tengo la pregunta latente en la cabeza "¿Qué sería de la vida si compartiríamos el mismo plano?". Con esa misma inquietud, escribí varias historias, y por suerte, aunque esas cosas son un misterio, todas tienen el mismo final... que nos volveremos a encontrar. Lo que muchas veces me tranquiliza es que pasan los meses y te sigo soñando, como si supieras que necesito que, al menos cada tanto, nos veamos. Asumí que por ahora es lo que nos toca... y te veo venir bien, sonriente, con un pulovercito marrón de hilo, soltero y fabuloso. Iluminado, como si te persiguiera el sol. Me abrazas fuerte, como para pegar las partecitas nuestras que estaban separadas, a veces me cantas -tan desafinado como de costumbre- para que me ria, me pones sobre tu pecho y para cuando me despierto tengo la sensación de haberte escuchado el corazón.
Durante meses pensé cómo hacías para hacer eso si en realidad es un sueño, y me acordé que el día que nos abrazamos por primera vez, te dije que estabas tan ansioso -y feliz- que se te escuchaba a lo lejos y me respondiste con mucha ocurrencia: "Porque está contento".
Y yo creo que todo eso, es amor incondicional. Lo que hay entre vos y yo... es amor incondicional, sino no podríamos explicar como de un tiempo finito de vida, lo hicimos eterno.
Hoy, en un día más... te mando mil besos al cielo y de esos abrazos que vos decías que había que dar, como si no tuvieramos miedo.
Te amo.
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