Nadie en este mundo de mortales al que creo que todavía
pertenezco tiene más ganas de seguir viviendo que yo.
Ahora que me he despedido de todos y he zanjado tantas
conversaciones que antes deje a medias, o que simplemente nunca he comenzado,
ahora me gustaría seguir sumándole minutos a la vida, restándole a la muerte un
trozo de mi eternidad.
Ahora quisiera volver atrás para pasear con mis padres cogida
de las manos sin protestar, les besaría en público sin que me diera vergüenza.
Me habría lanzado a andar en bici sin ruedines mucho tiempo antes, hubiera
aquella vez desde el trampolín sin manguitos, le habría dicho a Eva que estaba
preciosa el día de fin de curso, cuando estrenó la falda que le había
confeccionado su madre.
Me habría aplicado más para el examen de selectividad, y
menos el día del cumpleaños de mi compañero del instituto, Álvaro, cuando me
quedé en casa estudiando y no salí con él. Ese día, me hubiera atrevido a
confesarle que estuve enamorada platónicamente de él varios años.
Aquel día que paseaba sola por la playa me habría descalzado
para notar la arena húmeda en mis pies. Hubiera salido a pisar charcos los días
de lluvia. Repetiría mi helado favorito. Saldría a hacer deporte al aire libre,
compraría castañas asadas en otoño y encendería mil cerillas solo por olerlas
al apagarse.
Las ganas vencerían a la pereza para ir al cine, escucharía
música en vivo, y disfrutaría de mi soledad al máximo sin moverme del sofá.
Comería más sano para poder excederme más veces. Viviría al límite aunque no
hiciera nada.
Besaría el doble de lo que lo he hecho y me enfadaría la
mitad. Habría olvidado a Mario mucho antes y no habría esperado tanto a decirte
a ti la verdad.
Si tuviera una segunda oportunidad, abriría la botella de
vino más caro que compré para aquella fecha soñada y me la bebería cualquier
día contigo, Alejandro, sin ningún motivo aparente. Te haría el amor sin
reparos. Te comería, también a besos. Te querría sin vueltas ni reverso.
Me dejaría llevar, perdería la razón, abrazaría sin miedo,
perdonaría a los muertos, sonreiría a los que no son tan buenos. Leería en
positivo, me quedaría con lo puesto, si pudiera volver y quedarme. Recordaría
el pasado, para que se desdibujaran las penas, dibujaría el futuro para que
mereciera la pena.
Les diría a mis seres queridos que les quiero, y a ti,
Alejandro, que te amo.
Todo eso haría si pudiera, si esa luz cenital, que tintinea y
lanza destellos cegadores, no me impidiera abrir los ojos. A lo lejos ya no
oigo sirenas, sino una máquina respirar. Y un pitido constante que me impide
ubicarme o pensar. Las voces retumban a mi lado, hablan de cantidades, de miligramos
y de compuestos que nunca antes había escuchado. “La tenemos –dicen-. A
quirófano”.
Desconozco si hubo, si hay, si habrá tiempo para segundas
oportunidades. Me llamo Malena, y es posible que muera hoy.
Mónica Carrillo, Olvide decirte quiero
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