Son épocas de aprendizajes duros. Me fui de vacaciones con pasajes de domingo a domingo, a Rosario -mi lugar en el mundo- y sin embargo, a penas llegué, tenía la sensación de querer escapar. Por alguna razón, las cosas no estaban saliendo como las había imaginado... no había amiga amable, ni buenos tratos, mucho menos "tardes de tía"... Terrible, porque al fin y al cabo uno espera todo un año para disfrutar de esos 15 días que resultan ser las vacaciones y que salga mal, es peor que yugar 3 años completos sin viajar; peor aún es cuando desconoces lo que sucede y pretendes seguir con la misma sonrisa que te llevó hasta ahí...
Para el miércoles posterior a mi llegada, logré mudarme a un Hostel de amigos, perdiendo así amiga, sobrina, e historia en Rosario Sur. Por suerte, existe La Lechuza... por suerte existe gente que nos cuida y se preocupa... Por suerte.
Ergo, mis vacaciones no terminaron mal, al contrario... me empapé de brasilerxs, francesxs, alemanxs, gringos, locales, argentinxs... me emborraché de gente por ahí que podía no entender el mismo idioma y sin embargo se comunicaba, tenía ganas... tenían vida... y aprendí que no debemos demorarnos donde las cosas no van bien, donde el amor está dolido o ausente; y cuando no nos damos cuenta, o no queremos verlo, la vida se encarga solita de hacerlo notar.
Gracias entonces, a toda la gente de La Lechuza; a Betania, Mariano -mi hermano- y sobre todo a Ochi...
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