El amor no tiene buena prensa, por eso la gente le tiene miedo; por eso preferimos escondernos la mayoría del tiempo, porque existió alguien que nos hizo creer -de una manera muy cruel- que cuando nos enamoramos estamos condenados a destrozarnos, a tener que reinventarnos después de un período tiempo juntando de a pedacitos la única parte que nos dejaron del corazón. Nos hicieron creer que perdíamos la libertad, como si por arte de magia nos encadenaran las manos; que por ser dos no podíamos evolucionar. Así, arrojados al mundo -como diría mi amigo, Juan Pablo Sartre- vamos por las calles de la ciudad con la mirada perdida, con las preocupaciones del trabajo, con las corridas de la facultad y los regaños de cada familia; con suerte, algunxs durante esos días de inercia existencial teníamos un ángel susurrándonos la oreja para que por lo menos, no dejemos de caminar.
Hasta que un día por causalidad -si, las casualidades no existen- un ser de otro planeta te demuestra que hasta entonces, te han mentido... O que por lo menos existe una realidad paralela donde AMAR tiene además de buena prensa, sus beneficios, por lo que la mirada de la realidad empieza a cambiar. Descubrimos que los problemas son simples temas a resolver. Que el amor no duele, sino la ausencia de él; que no nos rompe por dentro... Sino que nos hace más fuertes. Que el amor en su punto de auge se encuentra el día que dos personas se miran y no necesitan decirse nada, y al revés también... Cuando se dicen TODO sin necesidad de mirarse. Que nadie nos amarra las manos, sino que nos colocan las alas, por eso, el desafío no está en “liberarse” sino en aprender a volar juntos... Porque no existen mecánicos de alas, existen amores que las reparan. Creo que no es preciso decirlo, pero la evolución está en dicha experiencia.
Supongo que la vida nos hace fuertes, nos alimenta de ganas; nos vuelve valientes, nos llena de energías... Y recién cuando hemos recorrido cierto trecho -que nada tiene que ver con los años-, recién ahí... Nos permite volvernos locos de amor. De esa locura sana y bendita, del roce de dos bocas, las mariposas en la panza, las cosquillas en la espalda... Esa locura que nace sin posibilidades de explicarse porque es infinita... Distinta a todas, igual a ninguna.
Cuando dos seres con estas características se han encontrado, no importa en qué tiempo y espacio, están destinados a la Felicidad.
En mi caso, no estoy muy segura de qué lugar sea yo, filosofa terca si las hay, prefiero preguntarme eternamente sin encontrar respuesta; en cambio ella, sospecho que es de Venus -no importa que clases de hipótesis me hicieron llegar a dicha conclusión- lo que estoy segura, es que no es de este planeta. Probablemente, el día que la vean les resultara similar a otras mujeres... Ese es el secreto, yo me he enamorado. Yo llevo una vida esperándola...
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