viernes, 5 de agosto de 2016

~No me olvides, no...~

"¿Para qué queres saber el día que partió? La despedida fue con ese último "Chau" que le dijiste. Ni antes, ni después. Lo demás, no importa." Me dijo mi hermano en medio de una crisis de nervios en la que mi mamá lo único que decía era: "No sé cuándo pasó, yo tenía otras cosas, no te parece?" 
Sí, me parece. Me parece que nadie fue capaz de entender... ni en aquel momento, ni ahora... que pasó justo un año. Mi amigo se había ido, y yo lo que menos quería es entender que me privaron de decidir yo misma hasta dónde saber. Se limitaron a dejar sus cosas en el garage de mi casa e invadir su hogar sin reparos, depojar las paredes, levantar el piso, utilizar sus cosas, dividirse sus bienes... Se limitaron a cerrar la boca y trasladar a los perros a quién sabe que lugar e instalarse orgullosos de lo que NO es de ellxs, y jamás lo será... por supuesto. Dejaron un tubo de oxígeno en la puerta de mi casa y me prometieron que "cuando Dario esté mejor, lo va a poder usar... Hernan está limpiando para que cuando vuelva, tenga mejores condiciones" cuando en realidad Hernan lo único que limpiaba eran los recuerdos de un tipo al que no conoció en profundidad, el que no le dolió al tener que dejar los papeles y sus documentos para que no reclamen en el teléfono de mi casa, porque dejó el cuerpo en el hospital. No se trajo el cuerpo, no sabe ni dónde está... -y le creo, porque él es un flaco que con tantos químicos en sangre, no podría saberlo-, pero... no le tembló ni por un segundo el pulso para usar sus cosas, para acostarse en su cama, mudarse a su morada y criticarlo sin pudor por las cosas que Dario logró o no. "Mi casa..." dice cada vez que se refiere a esa vivienda y a mí, me da asco y vergënza.
Días después de saberlo, mi mamá me hizo entrega de su DNI, había quedado en casa... "Creo que vas a querer tenerlo vos" me dijo, claro que sí... porque yo era la que no quería nada más que un último abrazo de mi amigo. Eso esperaba... que vuelva. 
En uno de mis sueños -sueño constantemente con mi viejo-, fue mi papá el que me lo trajo y accedió a darme la oportunidad de que te viera. 
Me quedaron las anécdotas, un buen número de risas compartidas, de momentos inolvidables, de chistes consecutivos. Me quedó la sensación de haber vivido mucho -y claro, porque casi que me vio nacer-, de cuidarlo, de que nos haya adoptado como su familia... porque el uruguayo no tenía a nadie. Y nos quedaron otras mil cosas pendientes, que quién sabe... quizás en alguna otra vida logremos cumplirlas. Me alcanza con que de vez en cuando al menos, regreses. 

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