viernes, 25 de noviembre de 2016

~De ruta con vos~

Ayer pensaba que cuando la conocí estaba llorando; en un rincón de una pequeña habitación, con las manos temblorosas y completamente rota. Era tan así, que la veía caerse desplomada al suelo y el corazón me empujaba a querer abrazarla; juntar los pedacitos que habían quedado dispersos de ella misma y volver a armarla... como si fuera una muñeca de porcelana. Me consternó hasta la última célula de mi cuerpo... y sin embargo, las últimas veces que la ví descubrí su sonrisa. 
La conocí amarrada a un amor del pasado; y anoche la crucé con una mueca pícara en sus labios, pidiendo historias a un apuesto -aunque arrogante- alemán. Me dio gusto sentirla tan feliz, que incluso esta vez estallé de risa con el grito final que aseguraba que ella no había sido la que se robó aquel collar de la niña; y de todas maneras, yo jamás hubiera desconfiado de la China, ¿qué miserable pude desconfiar de esa sonrisa? si hasta iluminaba la fila nueve de butacas en la que yo estaba sentada. Al vivir la historia por segunda vez, la disfruté el triple. Si, el triple: porque cada sonrisa secó las lágrimas de Milagros, por el placer de aprender de la Chinita y por Natalia misma. Porque siento que las únicas personas capaces de cambiar de a poco el mundo, son aquellas que hacen las cosas con amor; las que se esfuerzan todos los días por manifestar su pasión; esas que amarradas entre historias colmadas de llanto o laboriosas en un sótano prestado, cada una a su manera, disfruta de lo que hace. Porque a veces aplaudimos tantas situaciones, pero sin embargo nos da un poco de verguenza pararnos a golpear nuestras palmas por alguien que no sabe nuestros nombres, no conoce nuestra vida y aún así deja todo en las tablas con el propósito de que esa noche nos vayamos un poco mejor a como llegamos. 
Y ojalá que sigamos brindando por las historias... que lloremos, nos desgarremos, nos emocionemos o estallemos de alegría y risas, porque lo más lindo que nos puede pasar es estar permeables y sentirnos interpelados. Eso, sentir... algo que parece bastante obvio, pero que ha quedado muchas veces olvidado. Ojalá que se valore el trabajo, las ganas de salir adelante en un mundo que jamás es fácil, pero que es como la vida... si fuera tan simple de qué valdría vivirla. 
De las bustacas al hall, sentí que viaje en el tiempo, que me envolvieron los recuerdos, que en cada palabra o rinconcito de ese lugar, algo me había quedado haciendo eco adentro mío. Le di un par de cosas, la abracé fuerte, le dije que fue un honor volver a verla y me fuí... efectivamente, distinta a como había entrado: más feliz. Entre tantos anónimos yo tuve el privilegio de decirlo... pero sé, que esos tantos otros se retiraron igual que yo... nuevamente a su mundo, pero con otro sentido. 

Nos vemos en la próxima sala...   

 ~Natalia Dal Molin- Teatro Nacional Cervantes~

Si queres disfrutarlo como yo, HOY y mañana, Natalia y gran elenco te espera a las 20.30hs, con Babilonia. 

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