Estaba juntando los pedacitos que habían quedado de mí, cuando tocaron a la puerta. Si no fuera porque con ella venía la luz, probablemente continuaríamos a oscuras... con el mundo detonado, con los sismos internos que cada dos por tres estallaban los pocos pedacitos enteros que podía guardar. Me vio con mis peores demonios atados a la muñeca, muchos duelos sin cumplir y los miedos a flor de piel. Me escuchó vulnerable, llorando y desgarrada... y aun así se quedó. No mucho mejor que yo, con su mundo algo parecido al mío, pero también aunque creo que en ese entonces no lo sabía, con la fuerza de una alianza entre potencias. Sí, más fuerte que EE.UU, Rusia y China juntas... y con una belleza íntegra que la hace única.
A veces en silencio junta los pedacitos por mí y los sostiene hasta que mis pies vuelven a estar firmes -o por lo menos, dejan de temblar-; otras veces, me mira fijo hasta que se me ocurre respirar profundo y juntarlos yo misma. Es tan capaz de felicitarme por mis logros, como de hacerme notar que me equivoco... y aunque no siempre entiendo las cosas en el momento, nunca encontré razones para cuestionar lo que me dice -tampoco necesite ni quise buscarlas...-.
Pensé durante días, antes de publicar esto, el remate del texto y no lo encontré. Me parece que está bien así, sin final... en todo sentido.
Al universo, a ella, gracias! Love u.
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