No tengo super poderes, pero aprendí a reirme a carcajadas de mi misma, y eso bastó para que todos los elefantes con los que viví durante mucho tiempo, se conviertan en amigos.
Aprendí que la mirada del Otro es algo que le resulta inevitable, y no podemos cuestionarlo, pero si hacer de eso una ventaja propia.
Petisxs, pelados, coloradxs yetas, putos, tortas, travas, naginonxs; a los que nos va COMO EL ORTO en le trabajo, los que no terminaron las carreras universitarias, analfabetos o nerds... Somos muchas veces gente de estética complicada, no por cuestiones fisicas, sino porque la mayoría de las veces que nos mirabamos al espejo nos molestaba. Nos jodía tener un elefante al lado contandonos qué dice el resto; nos dolía porque llevarlo a upa pesaba... hasta que descubrimos que la risa sana más de lo que pensabamos y empezamos a mirarnos en el espejo para ensayar; con un desodorante en la mano, simulabamos estar en el diccionario y TODO desaparecía. El elefante empezó a caminar solito, hasta que incluso empezamos a llamarlo y venía trotando sin correa. Ese día, ganamos. Y ahora si, fuertes y valientes, lo único que nos importaba era que se rian... pero con fuerza y ganas.
No se pierdan la oportunidad de reírse de ustedes mismos.
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